jueves, 9 de febrero de 2017

Neurobiología de las sustancias psicoactivas - AUTOR DR. ROBERTO ROSLER

Neurobiología de las sustancias psicoactivas




AUTOR
DR. ROBERTO ROSLER
Médico Neurocirujano egresado con Diploma de Honor, Universidad de Buenos Aires. Director Académico de Asociación Educar. Profesor Titular de Neurofisiología de la carrera de Médico Especialista en Neurología de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Artículo de uso libre, sólo se pide citar autor y fuente (Asociación Educar para el Desarrollo Humano).

El empleo de psicoactivos genera numerosos prejuicios en el mundo. De hecho, estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) mostraron que las drogas ilegales están muy arraigadas a nivel global. Sin embargo, lo llamativo es que dentro de las mayores causas de morbilidad evitables las drogas legales superan a las ilegales.

Las personas consumen sustancias psicoactivas a la espera de beneficios. Sin embargo, está ilusión tiene una duración muy corta.

La dependencia de sustancias supone una importante carga para las sociedades en todo el mundo. El Informe sobre la salud en el mundo 2002 señaló que el 8,9% de la carga total de morbilidad se debe al consumo de sustancias psicoactivas. Además, el estudio reveló que en 2000 el tabaco supuso un 4,1% de la carga de morbilidad; el alcohol, un 4%, y las drogas ilícitas, un 0,8%.

Un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre las actitudes hacia 18 discapacidades en 14 países mostró que en la mayoría de las sociedades estudiadas la drogadicción se encontraba entre las más estigmatizadas socialmente, seguida desde cerca por el alcoholismo.

La expresión empleo de sustancias se refiere en este artículo a cualquier forma de autoadministración de un elemento psicoactivo; abarca todos los grados de usos, desde el ocasional hasta el prolongado. 

Consumo de tabaco

El consumo mundial de alcohol, tabaco y otras sustancias controladas está aumentando rápidamente, y contribuye de forma significativa en la carga mundial de morbilidad. 

El hábito está incrementándose rápidamente en los países en desarrollo y en personas de sexo femenino. Actualmente, el 50% de los hombres y el 9% de las mujeres de estas regiones son fumadores, en comparación con el 35% de los hombres y el 22% de las mujeres de los países desarrollados.

Consumo de alcohol

Entre el alcohol y el tabaco hay varias semejanzas: son sustancias legales, están ampliamente disponibles en la mayor parte del mundo y son comercializados activamente por empresas multinacionales que dirigen sus campañas publicitarias hacia los jóvenes. Según el Informe mundial sobre la situación relativa al alcohol, su consumo ha disminuido durante los últimos 20 años en los países desarrollados, pero aumentó en los países en desarrollo.

Consumo de sustancias ilícitas

Los datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) muestran grandes decomisos de cocaína, heroína, cannabis y estimulantes del tipo de las anfetaminas en diferentes partes del mundo. La disponibilidad de la cocaína, la heroína y el cannabis depende de la extensión de su cultivo en los países productores, y del éxito o fracaso de las organizaciones de traficantes. No obstante, incluso con mayores actividades policiales, parece que siempre habrá bastante como para suministrarles a los consumidores.

Según las estimaciones de la ONUDD, hay cerca de 200 millones de personas que consumen alguna sustancia ilícita. El cannabis es la sustancia ilícita más utilizada, seguida de las anfetaminas, la cocaína y los opioides. El empleo de sustancias ilícitas es una actividad predominantemente masculina, mucho más que el de cigarrillos o alcohol, y también tiene mayor prevalencia entre los jóvenes que en los grupos de más edad.

El 2,7% de la población mundial total y el 3,9% de las personas de 15 años o más han consumido cannabis al menos una vez entre los años 2000 y 2001. En muchos países desarrollados, como Canadá, los Estados Unidos de América (EE.UU.) y los países europeos, más del 2% de los jóvenes referían haber probado heroína y cerca del 5% declararon haber fumado cocaína en algún momento de su vida. En efecto, el 8% de los jóvenes de Europa Occidental y más del 20% de los jóvenes de los EE.UU. mostraron haber consumido al menos un tipo de sustancia ilícita distinta del cannabis.

El empleo de sustancias inyectables también se acrecienta y tiene repercusiones en la propagación de la infección por VIH en un número cada vez mayor de países.


Carga de morbilidad

Comienza a ser habitual estimar la contribución del consumo de alcohol, tabaco y sustancias ilícitas a la carga mundial de morbilidad (CMM). El primer intento importante en este sentido fue el proyecto de la OMS sobre la carga mundial de morbilidad y lesiones. Se utilizó una medición estándar, los años de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD), para estimar la carga soportada por la sociedad debido a las muertes prematuras y a los años vividos con discapacidad.

El proyecto sobre la carga mundial de morbilidad reveló que el tabaco y el alcohol son causas importantes de mortalidad y discapacidad en los países desarrollados. Se espera que el impacto del tabaco aumente en otras partes del mundo.

Existe una considerable carga de morbilidad derivada del consumo de sustancias psicoactivas en su conjunto: 8,9% en términos de AVAD. No obstante, los resultados vuelven a destacar que la mayor parte de carga de morbilidad mundial se debe a las sustancias lícitas, más que a las ilícitas.

Entre los diez factores de riesgo principales en términos de carga de morbilidad evitable, en el año 2000 el tabaco era el cuarto y el alcohol, el quinto. Ambos se mantienen a tope en la lista prevista para los años 2010 y 2020. En el año 2000, el tabaco y el alcohol contribuyeron a la carga de morbilidad con un 4,1% y un 4,0%, respectivamente, mientras que las sustancias ilícitas ayudaron con un 0,8%.

Bibliografía:
Mackay J, Eriksen M (2002). The tobacco atlas. Geneva, World Health Organization.
WHO (1999). Global status report on alcohol. Geneva, World Health Organization.
UNODC (2003). Global illicit drug trends 2003. New York, NY, United Nations Office on Drugs and Crime.

Consecuencias adversas de las sustancias psicoactivas y sus mecanismos de acción

Generalmente las personas consumen sustancias psicoactivas porque esperan un beneficio, ya sea obteniendo placer o evitando el dolor. Pero el uso también es potencialmente nocivo a corto plazo o largo plazo.

Los principales efectos nocivos pueden dividirse en cuatro categorías. En primer lugar, las sustancias producen efectos crónicos sobre la salud. En el caso del alcohol, esto incluye la cirrosis hepática y otras enfermedades crónicas; el cigarrillo, por su parte, conduce al cáncer de pulmón, el enfisema y otras enfermedades. Debido al uso compartido de agujas, el consumo de heroína inyectada constituye un importante medio de transmisión de agentes infecciosos, como el VIH y, en varios países, los virus de las hepatitis B y C. En segundo lugar, las sustancias tienen efectos a corto plazo sobre la salud biológica; en el caso de los opioides y el alcohol se destacan las sobredosis.

También se incluyen en esta categoría las muertes causada por los efectos sobre la coordinación física, la concentración y el juicio en circunstancias en las que estas cualidades son necesarias. En este grupo se destacan los fallecimientos por conducir bajo los efectos del alcohol o de otras drogas, pero también otros accidentes, los suicidios y, al menos en el caso del alcohol, las agresiones. La tercera y la cuarta categoría de efectos nocivos comprenden las consecuencias sociales adversas del consumo de sustancias. Esto se traduce en problemas sociales agudos (la ruptura súbita de relaciones o los arrestos) y crónicos (el incumplimiento de las obligaciones laborales y familiares).

Consumo y dependencia de sustancias en relación con la neurociencia

Neuroanatomía, neurobiología y farmacología

La dependencia es un trastorno causado por el consumo de sustancias psicoactivas que trastornan los procesos cerebrales perceptuales, emocionales y motivacionales normales. Sin embargo, como ocurre con cualquier trastorno específico de un órgano o sistema, para comprender la disfunción antes es necesario entender su funcionamiento normal.

Con los progresos recientes de la neurociencia ha quedado claro que la dependencia de sustancias es un trastorno cerebral, tanto como cualquier otra enfermedad neurológica o psiquiátrica. Las nuevas técnicas e investigaciones han proporcionado formas de visualizar y medir los cambios de la función cerebral desde los niveles molecular y celular hasta los cambios de los procesos cognitivos complejos producidos con el consumo de sustancias a corto y a largo plazo.

Psicofarmacología de la dependencia de diferentes clases de sustancias

Las sustancias psicoactivas más comunes pueden clasificarse como depresores (por ejemplo: el alcohol, los sedantes/hipnóticos y los disolventes volátiles), estimulantes (por ejemplo: la nicotina, la cocaína, las anfetaminas y el éxtasis), opioides (por ejemplo: la morfina y la heroína) y alucinógenos (por ejemplo: la fenciclidina –PCP–, el LSD y el cannabis).

Diferentes sustancias psicoactivas tienen distintas formas de actuar en el cerebro para producir sus efectos. Se unen a los receptores y pueden aumentar o disminuir la actividad de las neuronas a través de varios mecanismos. En consecuencia, tienen diversos efectos conductuales, ritmos de aparición de la tolerancia, síntomas de abstinencia y efectos a corto y largo plazo. No obstante, las sustancias psicoactivas comparten características similares en la forma de alterar regiones cerebrales implicadas en la motivación. Esta es una característica trascendente en las teorías sobre el desarrollo de la dependencia.

Bases neurobiológicas y bioconductuales del desarrollo de la dependencia de sustancias

El desarrollo de la dependencia puede considerarse como parte de un proceso de aprendizaje, en el sentido de que las interacciones entre las sustancias psicoactivas y los entornos asociados a ellas producen cambios de conducta perdurables. Una persona toma una sustancia y experimenta un efecto psicoactivo que es muy prolongado.

El etanol, por ejemplo, aumenta los efectos inhibidores del ácido γ-aminobutírico (GABA) y reduce los efectos excitadores del glutamato. Los efectos reforzadores probablemente estén relacionados con el incremento de la actividad de la vía dopaminérgica mesolímbica. Por su parte, la nicotina activa los receptores colinérgicos nicotínicos y acrecienta la síntesis y liberación de dopamina.

La tolerancia aparece mediada por factores metabólicos y cambios de los receptores. Asimismo, debido al aumento del metabolismo hepático y a los cambios de los receptores cerebrales. Los hipnóticos y los sedantes facilitan las acciones de los neurotransmisores inhibidores endógenos.

El síndrome de abstinencia del consumo crónico puede incluir: temblores; sudoración; debilidad; agitación; cefaleas; nauseas; vómitos; convulsiones y delirium tremens. Asimismo, alteraciones funcionales y estructurales cerebrales, especialmente en la corteza prefrontal; deterioro cognitivo y disminución del volumen cerebral. Además, este síndrome se caracteriza por: la ansiedad; excitabilidad; inquietud; insomnio; irritabilidad; convulsiones; hostilidad; humor deprimido; disforia; disminución de la frecuencia cardíaca y aumento del apetito.


Bibliografía:
Mackay J, Eriksen M (2002). The tobacco atlas. Geneva, World Health Organization.
WHO (1999). Global status report on alcohol. Geneva, World Health Organization.
UNODC (2003). Global illicit drug trends 2003. New York, NY, United Nations Office on Drugs and Crime.

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