domingo, 14 de agosto de 2016

LA DOBLE MORAL DE LAS ORGANIZACIONES - LOS SISTEMAS PERVERSOS Y LA CORRUPCIÓN INSTITUCIONALIZADA

Extracto del Prólogo de Norberto Chaves Madrid -1993 del libro: LA DOBLE MORAL DE LAS ORGANIZACIONES - LOS SISTEMAS PERVERSOS Y LA CORRUPCIÓN INSTITUCIONALIZADA


Nota: Recomiendo esta lectura a aquellas personas despiertas o en vías del despertar interesadas de entender las estrategias políticas empleadas para dominar y/o desinteresar a los seres humanos gobernados.


La perversión, carece de historia, no evoluciona, pero la sociedad va alterando su modo de relación con ella, engrosa o adelgaza los vínculos que con ella mantiene. Y es evidente que atravesamos una época en que el área de influencia de lo perverso se ha ampliado hasta casi lograr su modelo puro: confundirse con la realidad, ante la mirada espontánea.

El esquema clásico de la dominación ideológica, la alienación en la consciencia del otro, hoy parece ser sustituido o complementado por la desrealización de la consciencia propia. ya no se trata de la identificación con el dominador en un sistema de evidencia compartido, sino la certeza creciente de que "las evidencias propias carecen de referente".
Unos valores, una lógica, una consciencia, en suma un sujeto, sin correlato, ocupa hoy el puesto del dominado. La consciencia es acorralada contra una "alternativa" sin alternativas, inasumible pero confirmada, hasta la obsesión, por el círculo vicioso. El callejón sin salida aparece así como modelo de la experiencia contemporánea de la dominación ideológica: la sensación de no haber un lugar para el sujeto.
El sistema social mismo aparece gobernado por una casta técnica amoral, hipereficaz en tanto que se asume (siguiendo el modelo hiperestable de la mafia) como víctima de sus propios designios. Un poder que se acepta explícitamente como expresión del mal menor, define los objetivos de su acción social a la medida de posibilidades previamente recortadas y caracteriza a tales objetivos como realistas. Legitima así los origenes de la imposibilidad y acentúa la reducción de los recursos, inhibiendo definitivamente la satisfacción de las expecttivas sociales.
La verdad de que sólo es posible lo que el poder desea es revertida en terminos perversos, y así aparece la idea de que el poder sólo desea lo posible. El fatalismo opera así como una estrategia de captura de la consciencia social: "realismo", "posibilismo", "adaptacionismo" pierden su carácter de tácticas para elevarse al rango de "consciencia histórica".
La historia, hecha por quienes tienen el poder e narrarla, hoy vuelve a ser narrada como un devenir natural, regido por fuerzas ajenas a sus actores. Una historia descripta como homogenea rechaza toda posible alternatividad en una época en que hasta los intelectuales hacen gala de "aggiornamento" ideológico a través de afirmaciones que implican la muerte de las ideologías. Así, el propio concepto de "dominación ideológica"  se ve perimido, ya que así los opresores han desaparecido.
La oposición ha quedado reducida al contraste entre "históricos" y "obsoletos". Así el "pueblo" la sociedad los aloja en el pasado, en lo exógeno, fuera de su tiempo y de su espacio. Así el mundo se vuelve "fáctico", de hechos consumados antes de pensárselos y que se suceden sin dejar espacio para ser pensados después. Así se expulsa definitivamente la la racionalidad de la historia.
Se instala así una atmósfera que asfixia a la consciencia y que le fija un único futuro viable. Y así, se va generando una propagación y aceptación del totalitarismo en cualquiera de sus máscaras.
El abuso de la estadística por parte de la democracia de las masas o del pueblo, se convierte en la gran coartada del poder. Una interpretación perversa de los signos extraídos de la población asocia situaciones coyunturales de la masa con planes conscientes y voluntarios del poder. Así, mediante esa interpretación se elabora una cadena "causa-efecto" infundada pero verosimil y como segunda maniobra perversa, se instala la "evidencia" de que la única verdad es cantidad, que "todo lo que cuenta vale". Se confunde así, intencionalmente, un fenómeno dominante con un deber ser, un hecho con una verdad. Haciendo parecer desligitimada a cualquier "rebelión ética".
La perversidad es silenciosa respecto de su propia condición. No se autoidentifica, no se autodelimita ni siquiera para autofundamentarse. Su estrategia es disolverse en lo real, confundirse con otros hechos. Por ello para hablar de lo perverso es necesaria una ruptura, saltar fuera del círculo vicioso, acceder a otro plano, quebrar un pacto: "el pacto del silencio que cancela el espacio de la razón". De esta manera, hablar de la perversión, independientemente de lo que se diga, es hablar contra un silencio en sí mismo destructivo.
Pensar o hablar de lo perverso como una contingencia en la vida de la sociedad, da lugar a que lo predominante pasa a ocupar un lugar relativo, crea el espacio de lo otro: " lo libre y transparente". 
El pensar y la palabra tiene "fuerza liberadora". Lo perverso, al ser nombrado puede ser asido por la inteligencia y contenido por la razón ética. Dominar lo perverso es asignarle un lugar y, por lo tanto, reservar un lugar para lo otro, para la transparencia y la libertad.
Que haya gente trabajando con éxito para aislar el virus, nos da la esperanza de salir de la situación inducida de estar acorralado. El saber que estamos enfermos pero que exista cura par ello nos hace imaginar la salud y ya comenzar a disfrutarla.





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