Carl Gustav Jung Fragmento de “Recuerdos, sueños, pensamientos”
«Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable». Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos los domingos irás a misa!». Algo extrañado le pregunté: «Un bastión ¿contra qué?». A lo que respondió: «Contra la negra avalancha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo».
El interlocutor en este diálogo que nos revela Jung no es otro que Sigmund Freud. La irremediable distancia entre ambos no es de ideas, sino de percepción. No se trata de un conflicto ideológico, sino perceptivo. La atracción de Jung por indagar en la pulsión hacia lo trascendente, su sensibilidad a la experiencia de lo transpersonal, desafiaba el sistema de creencias de Freud, para quien el registro de un mundo espiritual representaba el peligro de una “negra avalancha” que no haría otra cosa más que malograr el esfuerzo científico de “echar luz” al misterio del inconsciente humano. La percepción de Jung se arriesgaba más allá del límite perceptivo de Freud. Dar cuenta de la percepción de uno implicaba hacer entrar en crisis el sistema de creencias del otro.
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