Texto Extractado del libro: "Construcción del Carácter" de Ernest Wood
Nadie quedara satisfecho, ni será dichoso hasta que haya educado su carácter, además las condiciones de la vida humana lo exigen como un deber: todos buscamos o esperamos algo cuya falta nos deja insatisfechos.
No son necesarias enormes riquezas físicas como tampoco es necesario un cuerpo gigantesco, pero si es apetecible abundante salud física, emocional y mental, porque son las espirituales riquezas de libertad, amor y verdad.
En el transcurso de la vida se va modificando el carácter. Cada emoción, experiencia o pensamiento añade algo de energía, intuición o sentimiento y deja huella en él; pero como el ambiente influye en él al mismo tiempo se produce un doble efecto de la modificación.
La vida no es pasiva, la pasividad denota sueño o muerte.
El carácter es el hombre y lo único que se puede llamar progreso en el hombre es el desenvolvimiento del carácter.
El loco no puede aprender del cuerdo, pero el cuerdo puede aprender del loco.
A todos les llega el día en que el carácter interno alcance el punto culminante alcance el punto culminante y el hombre diga "reconozco" que en mis manos está mi destino y desde ahora guiaré rápida y seguramente mi conducta hacia el señalado fin de la perfección.
El ser humano de carácter vive desde el interior, marca su huella en este mundo interno y es por lo tanto, a la par grande y bueno, ya que el entendimiento, la voluntad y el amor cooperan para el mismo fin. Por ello se debe afirmar el propósito de mirar la interna luz y obedecerla una vez reconocida, aún frente a una dificultad.
La bondad de un hombre débil poco vale por mucha que sea y engañosa ilusión es la bondad adquirida a costa de fotaleza y energía. "Cuanto más empedernido sea el pecador más grande será el santo" porque el pecador suele tener la firmeza y energía que cuando se arrepienta utilizará para obedecer las leyes de la vida.
Las tres virtudes fundamentales son: valor, veracidad y amor. Y aunque en un carácter humano prevalezca una de ellas, están presentes las otras dos. Son inseparables, como trinidad en la unidad.
No es conveniente que una de esas tres
virtudes predomine en el carácter y que el individuo se concentre en una de
ellas.
Nadie puede atender fijamente
más que a una sola virtud a la vez, pero se deberá colocar las otras dos en la
penumbra de su visión mientras enfoque su mente en una de ellas.
Las personas religiosas
buscan la unidad en el amor, el conocimiento en la verdad y la libertad por el
valor. Estas tres virtudes del alma corresponden a la omnipresencia,
omnisciencia y omnipotencia de Dios.
Por falta de conocimiento
propio caemos en las confusas redes del mundo exterior. Nos olvidamos de
nuestro verdadero ser. Nadie es esencialmente malo, ni nadie carece de las
virtudes, pero el ser humano se olvida de si mismo y cesa temporariamente de
ser quien es en realidad.
Cada cual debe saber que
clase de ser humano es y cual es su predominante cualidad.
Cualquiera sea la cualidad
predominante debe emplearse ante todo en estimular y fortalecer las cualidades
débiles y movilizarlas en el campo de batalla de la vida, con todo su
pensamiento, sentimiento y acción.
Para indagar cual es la
cualidad predominante uno se debe preguntar el motivo de nuestras acciones (ya
sean frívolas o serias) y después aplicarlo al desenvolvimiento de las
cualidades de modo que el carácter resulte enteramente equilibrado y libre de
los vicios que siempre aparecen cuando una cualidad es robusta y las demás
débiles.
1 el ser humano de voluntad
2 el ser humano de amor (el
filántropo)
3 el ser humano de
entendimiento (el filósofo)
4 el ser humano de imaginación
(el mago)
5 el ser humano de investigación
(el científico)
6 el ser humano de reverencia
(el devoto)
7 el ser humano de belleza (el
artista)
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