miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los trabajos de Hércules 

Maestro Tibetano Djwhal Khul - Alice A. Bailey


Trabajo 8 

Destruyendo la Hidra de Lerna 

Escorpio


El Mito*

   El Gran Presidente, vestido de radiante calma, dijo solamente una palabra. El Maestro oyó la orden de oro, y convocó a Hércules, el hijo de Dios que era también el hijo del hombre. 
"La luz brilla ahora en el octavo Portal”, dijo el Maestro. "En el antiguo Argos hubo una sequía. Amimona suplicó la ayuda de Neptuno. Éste le ordenó que golpeara una roca, y cuando ella lo hizo, brotaron tres corrientes cristalinas; pero prontamente una hidra hizo allí su morada. 
"Junto al Río Amimona, está el infesto pantano de Lerna. Dentro de esta fétida ciénaga yace la monstruosa hidra, una calamidad en la comarca. Esta criatura tiene nueve cabezas, y una de ellas es inmortal. Prepárate a combatir con esta repugnante bestia. No pienses que pueden servirte, medios ordina­rios; destruyes una cabeza, dos crecen aceleradamente". Hércules esperaba con expectación. 
“Yo sólo puedo dar una palabra de consejo”, dijo el Maestro. "Ascende­mos arrodillándonos; vencemos cediendo; ganamos renunciando. Ve. ¡Oh, hijo de Dios e hijo del hombre, y vence!" Entonces, Hércules pasó a través del octavo Portal. 
El estancado pantano de Lerna era una mancha que desalentaba a todos los que llegaban a sus confines. Su hedor contaminaba toda la atmósfera en un espacio de siete millas. Cuando Hércules se aproximó, tuvo que detenerse, pues sólo el olor casi lo venció. La cenagosa arena movediza era un peligro, y más de una vez Hércules rápidamente retiró su pie temiendo que fuera succionado por la tierra floja. 
Finalmente encontró la guarida donde moraba la monstruosa bestia. Dentro de una caverna donde reinaba perpetua noche, la hidra estaba oculta. De día y de noche Hércules rondaba el traicionero pantano, esperando el momento propicio en que la bestia saliera. Vigilaba en vano. El monstruo permanecía dentro de su fétida ciénaga. 
Recurriendo a una estratagema, Hércules sumergió sus flechas en brea ardiendo y las hizo llover directamente dentro de la bostezante caverna donde moraba la horrible bestia. Una agitación y conmoción sobrevino al punto. 
La hidra emergió, con sus nueve encolerizadas cabezas exhalando llamaradas. Su escamosa cola azotaba furiosamente el agua y el barro salpicando a Hércules. A tres brazas de altura se levantó el monstruo, una cosa de tal fealdad que parecía como si hubiera sido hecha con los más impuros pensa­mientos concebidos desde que empezó el tiempo. La hidra se abalanzó sobre Hércules y buscó enrollarse alrededor de sus pies. El se apartó y le asestó un golpe tan demoledor que una de sus cabezas fue inmediatamente separada. Apenas había esta horrible cabeza caído dentro del pantano, dos crecieron en su lugar. Una y otra vez Hércules atacó al furioso monstruo, pero con cada asalto se volvía más fuerte, no más débil. 
Entonces Hércules se acordó que su Maestro había dicho, “nos elevamos arrodillándonos”. Arrojando a un lado su garrote, Hércules se arrodilló, agarró a la hidra con sus manos desnudas y la levantó en el aire. Suspendida en medio del aire, su fuerza disminuyó. De rodillas entonces, él sostuvo a la hidra alto por encima suyo para que el aire y la luz purificadoras pudieran tener su esperado efecto. El monstruo, fuerte en la oscuridad y el pantanoso barro, pronto perdió su poder cuando los rayos del sol y el contacto del viento cayeron sobre él. 
Se esforzó convulsivamente, pasando un estremecimiento a través de su repugnante figura. Más y más desfallecida se hizo su lucha hasta que fue vencida. Las nueve cabezas se inclinaron, luego con jadeantes bocas y vidriosos ojos cayeron flojamente hacia adelante. Pero sólo cuando ellas yacían sin vida, Hércules percibió la mística cabeza que era inmortal. 
Entonces Hércules cortó la cabeza inmortal de la hidra y la enterró, silbando todavía ferozmente, debajo de una roca. 
Retornando, Hércules se paró delante de su Maestro. "La victoria ha sido lograda”, dijo el Maestro. "La luz que brilla en el octavo Portal está ahora mezclada con tu propia luz". 
Francis Merchant


Análisis psicológico del Mito

    A Hércules se le dijo que encontrara la hidra de nueve cabezas que vivía en un pantano inundado de hedor. Este monstruo tiene su contraparte subjetiva. Mora dentro de las cavernas de la mente. En la oscuridad y el fango de los huecos mentales no iluminados, prospera. 
Profundamente alojada dentro de las regiones subterráneas del subcons­ciente, ya quieta o explotando en tumultuoso frenesí, la bestia establece su residencia permanente. Su existencia no se descubre fácilmente. Pasa un largo tiempo antes de que el individuo se dé cuenta que él está alimentando y sustentando a una criatura tan feroz. Las ardientes flechas de la inflamada aspiración deben ser descargadas antes de que su presencia se revele. 
Combatir a tan formidable enemigo es ciertamente una heroica tarea para un hijo de hombre, aún cuando él sea también un hijo de Dios. Cercena una cabeza, y otra crece en su lugar. Cada vez que un deseo o un pensamiento bajos son vencidos, otros toman su lugar. 
Hércules hace tres cosas: se da cuenta de la existencia de la hidra, la busca pacientemente, y finalmente la destruye. Se necesita la discriminación para darse cuenta de su existencia; la paciencia, para descubrir su guarida; la humildad, para sacar los viscosos fragmentos del subconsciente a la superfi­cie, y exponerlos a la luz de la sabiduría. 
Mientras Hércules luchó en el pantano, en medio del fango, el cieno, y la arena movediza, fue incapaz de vencer a la hidra. Tuvo que levantar al monstruo en el aire; esto es, trasladar su problema a otra dimensión, para poder resolverlo. Con toda humildad, arrodillándose en el fango, tuvo que examinar su dilema a la luz de la sabiduría y en la atmósfera elevada del pensamiento escrutador. De estas consideraciones podemos deducir que las soluciones a muchos de nuestros problemas vienen sólo cuando se logra un nuevo foco de atención, cuando se establece una nueva perspectiva. 
Se nos dice que una de las cabezas de la hidra es inmortal, esto implicaría que toda dificultad, con todo lo terrible que parezca ser, contiene una joya de gran valor. Es siempre fútil no intentar dominar la naturaleza inferior y descubrir esa joya. 
   La cabeza inmortal separada del cuerpo de la hidra, es enterrada debajo de una roca. Esto significa que la energía concentrada que crea un problema todavía permanece, purificada, dirigida de nuevo y acrecentada, después que la victoria ha sido ganada. Tal, poder debe entonces ser rectamente controla­do y canalizado. Debajo de la roca de la persistente voluntad, la cabeza inmortal se vuelve una fuente de poder.

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