Los trabajos de Hércules
Maestro Tibetano Djwhal Khul - Alice A. Bailey
Trabajo 1. La captura de las Yeguas Devoradoras de Hombres
Aries
El Mito
El Primer gran Portal estaba abierto de par en
par. Una voz llegó a través de ese portal: "Hércules, hijo mío, sal. Pasa
por el Portal y entra en el Camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, relatando
el hecho".
Con gritos de triunfo Hércules se
lanzó, corriendo entre los pilares del Portal con arrogante confianza y
seguridad de poder. Y así el trabajo empezó y el primer gran acto de servicio
había comenzado. La historia que ellos cuentan lleva consigo enseñanza para los
hijos de los hombres, que son los hijos de Dios.
El hijo de Marte, Diómedes, de ardiente fama,
gobernaba en la tierra más allá del Portal, y allí criaba los caballos y las
yeguas de la guerra, en los pantanos de su tierra. Salvajes eran estos caballos
y feroces las yeguas, y todos los hombres temblaban al oírlos pues asolaban por
todas partes la tierra, produciendo gran daño, matando a todos los hijos de los
hombres que cruzaban su camino y engendrando constantemente caballos más
salvajes y malignos.
"Captura estas yeguas y detén estos actos
malvados", fue la orden que llegó a los oídos de Hércules. "Ve,
libera esta tierra lejana y a los que viven en ella".
"Abderis", gritó Hércules,
"adelántate y ayúdame en esta tarea", llamando al amigo a quien amaba
profundamente y quien seguía siempre sus pasos mientras iba de un lugar a otro.
Y Abderis se adelantó y tomó su lugar al lado de su amigo y con él enfrentó la
tarea. Trazando todos los planes con cuidado, los dos siguieron los caballos
mientras recorrían las praderas y los pantanos de esa tierra. Finalmente
arrinconó a estas yeguas salvajes dentro de un campo en donde no había más
lugar para moverse, y allí las atrapó y las maniató. Luego dio un grito de
alegría por el triunfo logrado.
Tan grande fue su deleite en la proeza así
puesta de manifiesto que consideró por debajo de su dignidad agarrar las yeguas
o conducirlas por el camino hacia Diómedes. Llamó a su amigo, diciendo:
"Abderis, ven acá y conduce estos caballos a través del portal". Y
entonces volvió la espalda y orgullosamente marchó hacia adelante.
Pero Abderis era débil y temía a la tarea. No
pudo retener las yeguas, o ponerles los arneses o conducirlas a través del
Portal tras las huellas de su amigo. Se volvieron contra él; le desgarraron y
le pisotearon en el suelo; le mataron y escaparon a las más salvajes tierras de
Diómedes.
Más prudente, desconsolado, humilde y
desanimado, Hércules volvió a su tarea. Buscó de nuevo a las yeguas de lugar en
lugar, dejando a su amigo agonizando sobre la tierra. Nuevamente atrapó los
caballos y los condujo él mismo a través del Portal. Pero Abderis yacía muerto.
El Maestro lo examinó con cuidado y envió los
caballos al lugar de reposo, para ser allí domados y reducidos a su faena. La
gente de esa tierra, liberada del temor, dio la bienvenida a quien les había
liberado, aclamando a Hércules como salvador de la tierra. Pero Abderis yacía
muerto.
El Maestro se volvió hacía Hércules y dijo:
"El primer trabajo está terminado; la tarea está hecha, pero mal hecha.
Aprende la verdadera lección de esta tarea y luego pasa a otro servicio para tu
prójimo. Sal a la región custodiada por el segundo Portal y encuentra y haz
entrar al toro sagrado al Lugar Sagrado".
El
tibetano
El Significado del Mito
Combinando esta historia astrológica y simbólica
de la vida diaria y las pruebas del moderno discipulado, contaremos la historia
de la tarea que emprendió Hércules, y la prueba a la cual el Rey Euristeo le
sometió; y luego estudiaremos el significado del signo en el cual tuvo lugar,
pues hay un vínculo estrecho entre los dos, y el trabajo sólo se hizo posible a
causa de las características conferidas a Hércules en ese signo particular.
Cada signo somete al hombre que está trabajando en él, a la influencia de
ciertas fuerzas distintivas, y lo provee con ciertas tendencias. A éstas
debemos comprenderlas para que surja el significado de la prueba.
Conectadas con cada signo del zodíaco se
encontrarán otras tres constelaciones, que simbólicamente (y a menudo de la
manera más asombrosa) encarna el problema del discipulado e indican la
solución. A éstas deberemos considerarlas, pues el trabajo, el signo, y las
constelaciones aliadas con las fuerzas permiten libertad y a través de su
combinación constituyen una historia completa que está llena de elementos
instructivos. Me gustaría señalar en beneficio de la claridad, por lo tanto,
que las constelaciones simbolizan el triple aspecto del espíritu; que el signo
nos da el campo de actividad del alma, y que la obra retrata el trabajo del discípulo,
viviendo en el plano físico y esforzándose por demostrar en el campo de batalla
del mundo, su innata divinidad y sus poderes latentes. En estos tres tenemos
espíritu, alma y cuerpo resumidos. La vida, la conciencia y la forma se reúnen
en Hércules, el yo personal, quien, actuando bajo la influencia del alma, el
Cristo morador, lleva a cabo los propósitos del signo y las constelaciones, y
cerraremos cada capítulo con la aplicación definida de la historia de la prueba
a la vida de un discípulo y a la de la humanidad en conjunto.
Estudiando los doce trabajos, seguimos la
carrera de Hércules a medida que él pasa alrededor del zodíaco desde el signo
de Aries, que es el signo del comienzo, a través de Tauro, Géminis, etc. (en
sentido inverso a las agujas del reloj) hasta Piscis, el signo de la muerte y
la consumación. Esto será de manera inversa a la del aparente sendero del sol
(en el sentido de las agujas del reloj) que ha empezado en Aries y parece luego
retroceder a través de los signos, pasando a Piscis, y luego a Acuario, y así
sucesivamente a través de todos los signos intermedios, volviendo nuevamente a
Aries. El hombre que está inmerso en la forma y está viviendo bajo la
influencia del aspecto materia, sigue necesariamente el sendero de la ilusión y
de las apariencias; pero Hércules, el alma, sigue el verdadero Camino, invierte
el procedimiento habitual y, figuradamente hablando, ya contra la corriente.
Hércules, el alma despierta, está comprendiendo el día de la oportunidad. Ha
recibido sus instrucciones para emprender los doce trabajos y demostrar sus
capacidades, y se le ha prometido que si cumple los requerimientos, será
trasladado al reino de los dioses. Ha sido equipado con todos los poderes
divinos, sin embargo, hasta ahora, no sabe cómo usarlos, y ha cortado para sí
mismo el garrote con su propio esfuerzo, y con éstos simbólicamente asciende a
la cruz: la cruz fija de los cielos, en la cual permanece en espíritu hasta que
el último trabajo haya sido realizado.
Así emprende su primer trabajo, comprendiendo
poco la magnitud de su tarea, y no preparado para el fracaso. La parte
encantadora de la historia de Hércules es su impulsividad y el hecho de que no
siempre fuera triunfador. Fracasó a veces y tuvo que rehacer el trabajo hasta
que el triunfo siguió a sus esfuerzos.
Se le
dijo que Diómedes, el hijo de Marte, el dios de la guerra, poseía un gran
número de yeguas madres, que estaban corriendo salvajes, devastando la comarca,
haciendo mucho daño y sustentándose de la carne de seres humanos. Nadie estaba
a salvo de ellas y el terror se había asentado en la vecindad. Además de esto,
estas yeguas madres estaban engendrando, gran cantidad de caballos de guerra, y
Diómedes se sentía muy intranquilo con el resultado de la situación. Euristeo,
el Rey, le ordenó a Hércules capturarlas. Muchos intentos se habían realizado
para ello, pero siempre las yeguas habían escapado después de matar a los
caballos y hombres enviados contra ellas. Pero Hércules, habiendo tomado a los
caballos se los dio a tener a Abderis, mientras él se pavoneaba, no dándose
cuenta de la fuerza de los caballos, de su salvajismo. Antes que él pudiera dar
un paso para impedirlo, las yeguas se volvieron contra Abderis y lo pisotearon
hasta la muerte, escaparon de nuevo y empezaron otra vez a asolar la comarca.
Por lo tanto, él tuvo que empezar todo su trabajo de nuevo, y después de
tenaces esfuerzos consiguió capturar las yeguas. El primer trabajo, por
consiguiente, empieza con un parcial fracaso, como es tan a menudo el caso del
aspirante falto de experiencia e impetuoso. Tal es la historia, breve,
dramática y alentadora.
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