miércoles, 3 de septiembre de 2014

Los trabajos de Hércules 

Maestro Tibetano Djwhal Khul - Alice A. Bailey


Trabajo 7

 La Captura del Jabalí de Erimanto 

Libra


El Mito

 El Gran Presidente, dentro de la Cámara del Concilio del Señor, consi­deraba la naturaleza del hijo del hombre que es asimismo un hijo de Dios. Él pensaba en lo que se necesitaba para hacerlo aun más parecido a su Padre. "Otro trabajo debe ser llevado a cabo. Él necesita equilibrio, y juicio sano, y preparación para una prueba mayor y para futuro servicio a la raza de los hombres. Por esto, que se prepare con cuidado". Y el Maestro, anotando en sus tablas el propósito de la próxima prueba, salió y habló a Hércules. "Sal, hijo mío, y captura al jabalí; salva una región asolada, pero toma el tiempo de alimentarte". Y Hércules salió. 
Y Hércules, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, pasó a través del séptimo Portal. El poder del séptimo signo pasó a través de él. No sabía que se enfrentaba a una prueba dual, la prueba de la rara amistad y la prueba del coraje sin temor. El Maestro lo había instruido para buscar un jabalí, y Apolo le dio un arco flamante para usar. Dijo Hércules: "No lo llevaré conmigo en el camino, por temor a matar. En mi último trabajo, en las riberas del gran mar, maté y destruí. Esta vez no mataré. Dejo el arco". 
Y así, desarmado, excepto por su fuerte clava, trepó el acantilado de la montaña, buscando al jabalí, y viendo, a cada lado, visiones de miedo y terror. Subió aún más y más alto. Y entonces se encontró con un amigo. En el camino se encontró con Folos, uno de un grupo de centauros, conocido de los dioses. Se detuvieron y hablaron, y por un momento Hércules olvidó el objeto de su búsqueda. Y Folos llamó a Hércules, invitándolo a abrir un tonel de vino, que no era suyo, ni tampoco pertenecía a Folo. Este gran barril, pertenecía al grupo de centauros; y de los dioses, que los habían beneficiado con el tonel, había venido la orden de que nunca debía ser abierto, salvo cuando los centauros se encon­traran y estuvieran todos presentes. El tonel pertenecía al grupo. 
Pero Hércules y Folo lo abrieron en ausencia de sus hermanos, llamando a Quirón, otro centauro sabio, para que fuera y compartiera su jarana. Este así lo hizo y los tres bebieron juntos, y se deleitaron y embriagaron e hicieron mucho bullicio. Esta gritería fue oída por los otros centauros desde lugares distantes. 
Ellos acudieron encolerizados, y una feroz batalla tuvo entonces lugar y a pesar de las sabias resoluciones, nuevamente el hijo del hombre, que era un hijo de Dios, se transformó en el mensajero de la muerte y mató a sus amigos, los dos centauros con los cuales antes había bebido. Y, mientras los otros centauros se afligían con fuertes lamentaciones, Hércules escapó otra vez a las altas montañas, y nuevamente reanudó su búsqueda. 
*     *     *   
    Llegó hasta los límites de la nieve, siguiendo las huellas del feroz jabalí; lo siguió hasta las alturas y el áspero frío, y sin embargo no lo vio. La noche se fue acercando, una a una las estrellas salieron, y aún el jabalí se le distanciaba, y buscó dentro de sí mismo alguna maña sutil. Colocó una trampa con habilidad, y sabiamente oculta. Entonces esperó en una sombra oscura la llegada del jabalí. Las horas pasaron, y él aún esperó hasta que se acercó el alba. El jabalí salió de su guarida, buscando comida, impulsado por un hambre de días. En las sombras, cerca de la trampa, esperaba el hijo del hombre. El jabalí cayó dentro de la trampa y a su debido tiempo Hércules soltó a la bestia salvaje, haciéndola prisionera de su habilidad. Luchó con el jabalí y lo dominó y obligó a hacer lo que él decía, o ir por el camino que él deseaba. 
Desde la cima nevada de la alta montaña bajó Hércules, gozoso en el camino, conduciendo por la senda que bajaba, al feroz pero domesticado jabalí. Por las patas traseras, conducía al jabalí, y todos en la montaña reían al ver la escena. Y los que encontraban al hijo del hombre, que es el hijo de Dios, cantando y bailando en el camino, reían también al ver la marcha de los dos. Y todos en la ciudad reían al ver la misma escena; al tambaleante, cansado jabalí y al hombre que reía y cantaba. 
Así ejecutó Hércules su séptimo trabajo y regresó hacia el Maestro de su vida. 
Y el Gran Presidente dentro de la Cámara del Concilió del Señor observó: "La lección del verdadero equilibrio ha sido aprendida. Aún falta una lección. De nuevo en el noveno Portal el centauro debe ser encontrado y conocido y rectamente comprendido". 
Y el Maestro dijo: "El séptimo trabajo está completado, el séptimo Portal ha sido pasado. Considera las lecciones del pasado; reflexiona sobre las pruebas, hijo mío. Dos veces has matado lo que deberías amar. Aprende el por qué". Y Hércules permaneció dentro de las puertas de la ciudad y allí se preparó para lo que luego sucedería, la prueba suprema. 
                                                                                              El Tibetano

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