Los trabajos de Hércules
Maestro Tibetano Djwhal Khul - Alice A. Bailey
Trabajo 10
Matando a Cerbero, guardián de Hades
Capricornio
El Mito
"La luz de la vida debe ahora resplandecer
dentro de un mundo de oscuridad” declaró el Gran Presidente. El Maestro
comprendió.
“El hijo del hombre que es también el hijo de
Dios debe pasar a través del décimo Portal", dijo. "En esta misma
hora Hércules se arriesgará".
Cuando Hércules estuvo frente a frente con el que era su
guía, éste habló:
"Mil peligros has desafiado, ¡Oh,
Hércules!", dijo el Maestro, "y mucho se la logrado. La sabiduría y
la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía,
una víctima de enorme y persistente sufrimiento?”
El Maestro tocó suavemente la frente a Hércules.
Ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre
una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban
encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban, amarradas a anillos de hierro.
Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada
víctima; por consiguiente, un escurridizo chorro de sangre manaba de su
costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda; pero
sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el
viento. La visión desapareció. Hércules permanecía, como antes, al lado de su
guía.
"El encadenado que has visto se llama
Prometeo” dijo el Maestro. “Por años ha sufrido así y sin embargo no puede
morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo; por esto ha sido
castigado. El lugar de su morada es conocido como Infierno, el dominio de
Hades. Se te pide, ¡Oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las
profundidades y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento".
Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre
que era también un hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda, y pasó a través del
décimo Portal.
Hacia abajo, siempre hacia abajo, viajó dentro
de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la
oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo su voluntad era firme. El
empinado descenso continuó durante mucho tiempo. Solo, pero no completamente a
solas, erró allí, pues cuando buscó dentro, oyó la voz plateada de la diosa de
la sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes.
Finalmente llegó a ese oscuro, envenenado río
llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un óbolo o
centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas
a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra asustó a Caronte, quien
olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.
Hércules había entrado por fin al Hades, una
oscura y brumosa región donde las sombras, o mejor dicho, los cascarones de los
muertos, se deslizaban por ahí.
Cuando Hércules percibió a la Medusa, su cabello
entrelazado con serpientes silbantes, tomó su espada y se la arrojó, pero no
hirió nada salvo el aire vacío.
A través de senderos laberínticos siguió su
camino hasta que llegó a la sala del rey que gobernaba el mundo subterráneo, el
Hades. Este, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado
tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.
“¿Qué buscas tú, un mortal viviente, en mis
dominios”, preguntó Hades. Hércules dijo, "Busco liberar a Prometeo".
"El camino está vigilado por el monstruo
Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene
serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. "Si tú puedes
vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que nadie aún ha realizado, puedes
desatar al sufriente Prometeo".
Satisfecho con esta respuesta, Hércules
prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido.
Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero,
Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia
frenética, el monstruo se sacudió. Finalmente, al apaciguarse su fuerza,
Hércules lo dominó.
Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a
Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces,
Hércules rompió rápidamente sus cadenas, y liberó a la víctima. Desandando sus
pasos, Hércules regresó como había venido. Cuando alcanzó una vez más el mundo
de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.
"La
luz brilla ahora dentro del mundo de oscuridad”, dijo el Maestro. "El
trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío".
F.M.El Símbolo de Cerbero
Cerbero, el perro de tres cabezas, de espantoso
ladrido, con serpientes creciendo en todo su cuerpo y con víboras por cola, era
el guardián del Hades. Las tres cabezas simbolizan la sensación, el deseo y las
buenas intenciones. Es el amor a la sensación el que conduce a la humanidad de
acá para allá, para satisfacer el hambre en el mundo económico o para
satisfacer el deseo de felicidad en el mundo del placer. Los violentos impactos
de sensación se buscan para mantener ocupada la mente. La cabeza central fue la
primera apresada por Hércules porque era la más importante, ya que el deseo
subyace en todas las sensaciones; ellas son lo que el deseo busca expresar y
así obtener satisfacción en el mundo exterior. La tercera cabeza son las buenas
intenciones no llevadas a cabo. Así tenemos el deseo en el centro, a un lado la
sensación simbolizando todos los impactos, y del otro lado la tercera cabeza de
las buenas intenciones, no consideradas, nunca realizadas, de las cuales
siempre se ha dicho: "El camino del infierno está pavimentado de buenas
intenciones".
La cola formada de serpientes representa a todas
las ilusiones que impiden el progreso de la vida espiritual; la materialidad
que nos oprime; la naturaleza psíquica inferior que causa tal destrucción; el
temor a lo largo de cada posible línea; el temor al fracaso que mantiene a
tantos apartados de la actividad y engendra sólo inercia, la gran falta, se nos
dice, de los aspirantes y los discípulos.
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