Los trabajos de Hércules
Maestro Tibetano Djwhal Khul - Alice A. Bailey
Trabajo 3
Recogiendo las Manzanas de Oro de las Hespérides
Géminis
Parte 1
El Mito
El Gran Presidente, dentro de la Cámara del
Concilio del Señor, había vigilado los trabajos del hijo del hombre que es un hijo
de Dios. ÉI y el Maestro vieron el tercer gran Portal, abierto ante el hijo del
hombre, descubriendo una nueva oportunidad para andar el camino.
Ellos advirtieron cómo el trabajador apareció y
se preparó para emprender su tarea.
"Ordeno que cuiden el árbol sagrado. Que Hércules desarrolle el
poder de buscar sin desmayo, decepción o demasiada presteza. Que se le exija
ahora perseverancia. Ha cumplido bien hasta ahora". Y así salió la orden.
Lejos, en una región distante, crecía el árbol
sagrado, el árbol de la sabiduría, y en él crecían las manzanas de oro de las
Hespérides. La fama de estas dulces frutas había llegado a tierras distantes, y
todos los hijos de los hombres, quienes se sabían que eran asimismo los hijos
de Dios, las deseaban. Hércules, también sabía de esas frutas, y cuando salió
la orden de buscarlas buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y
encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.
"Dime el camino, Oh Maestro de mi alma. Yo
busco las manzanas y las necesito rápidamente para mi provecho. ¡Muéstrame el
camino más rápido y YO iré!”
"No es así, hijo mío”, replicó el Maestro,
"el camino es largo. Sólo dos cosas te confiaré, y luego a tí te
corresponderá probar la verdad de lo que digo. Recuerda que el árbol sagrado
está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo
bien su fruto. Un dragón de cien cabezas protege a las doncellas y al árbol.
Guárdate bien de la fuerza demasiado grande para tí, de los engaños demasiado
sutiles para tu comprensión. Vigila bien. La segunda cosa que te diría es que
tu búsqueda te llevará donde te encontrarás con cinco grandes pruebas en el
camino. Cada una te proporcionará el ámbito para la sabiduría, la comprensión,
la destreza y la oportunidad. Vigila bien. Me temo, hijo mío, que tú fracasarás
en reconocer estos puntos sobre el Camino. Pero sólo el tiempo lo mostrará;
Dios te acompaña en tu búsqueda".
* * *
Con confianza, porque pretendía el éxito no el
fracaso, Hércules salió al Camino, seguro de sí mismo, de su sabiduría y
fuerza. Pasó a través del tercer Portal, yendo rectamente al norte. Anduvo por
toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. A todos los
hombres que vio les preguntó, pero ninguno le pudo conducir a él, nadie conocía
el lugar. El tiempo pasó, no obstante, buscaba todavía de lugar en lugar y
volviendo muchas veces sobre sus pasos hacia el tercer Portal. Triste y
desanimado, buscaba, por doquier.
El Maestro, vigilando desde lejos, envió a Nereo
para ver si podía ayudar. Éste, vino repetidas veces en forma variable y con
diferentes palabras de verdad, pero Hércules no respondía, ni sabía que el
mensajero era para él. Aunque era hábil con la palabra y sabio con la profunda
sabiduría de un hijo de Dios, Nereo fracasó, pues Hércules estaba ciego. No
reconoció la ayuda tan sutilmente brindada. Presentado de nuevo al fin con
tristeza al Maestro, Nereo habló del fracaso.
"La primera de las cinco pruebas menores ha
pasado", respondió el Maestro, "y el fracaso caracteriza esta etapa. Que
Hércules prosiga".
No encontrando el árbol sagrado en el camino del
norte, Hércules volvió hacia el sur y en el lugar de la oscuridad continuó con
la búsqueda. Al principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente,
le encontró en ese camino y luchó con él, venciéndole en todas las ocasiones.
"Ella custodia el árbol”, dijo Hércules,
"esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con
su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto". Sin
embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfó.
"¿Dónde está mi falta?” dijo Hércules.
"¿Por qué Anteo puede vencerme? Si aún cuando niño yo destrocé una
serpiente en mi cuna. Con mis propias manos la estrangulé. ¿Por qué fracaso
ahora?”
Luchando nuevamente con todo su poder, asió la
serpiente con ambas manos, elevándola en el aire y alejándole del suelo. ¡He
aquí la hazaña fue hecha!: Anteo, vencido, dijo: "Yo vengo otra vez con
diferente apariencia en el octavo portal. Prepárate de nuevo para luchar".
El Maestro, contemplando desde lejos, vio todo
lo sucedido, y habló al Gran Presidente en la Cámara del Concilio del Señor,
refiriéndole la hazaña. “La segunda prueba ha pasado. El peligro ha sido
superado. El éxito obtenido en esta ocasión marca su sendero". Y el Gran
Presidente respondió: "Que siga adelante".
* * *
Feliz y confiado, Hércules continuó, seguro de
sí mismo y con nuevo ánimo para la búsqueda. Se volvió hacia el oeste ahora y,
al volverse, encontró el desastre. Entró sin pensar en la tercera gran prueba y
el fracaso le encontró y demoró su avance por largo tiempo.
Pues allá encontró a Busiris, el gran engañador,
hijo de las aguas, pariente cercano de Poseidón. Su trabajo es conducir a los
hijos de los hombres al error, a través de palabras de aparente sabiduría. El
afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras
diciendo: “Yo soy el maestro. A mí me ha sido dado el conocimiento de la verdad
y debéis hacer sacrificio por mí. Acepten el camino de la vida a través mío. Yo
sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa.
Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos". Y Hércules
obedeció, y diariamente, debilitándose su entusiasmo por el camino primitivo
(la tercera prueba) no procuraba nuevamente conseguir el árbol sagrado. Su
fuerza se agotó. El amó, adoró a Busiris, y aceptó todo lo que éste dijo. Su
debilidad crecía día tras día, hasta que llegó un día en que su amado maestro
le amarró a un altar y lo mantuvo atado durante un año.
De pronto un día, cuando estaba luchando para
liberarse, y lentamente, viendo a Busiris por cuya causa estaba en ese trance,
vinieron a su mente unas palabras dichas por Nereo hacia largo tiempo: "La
verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder
que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de
Dios". Quieto, yació prisionero en el altar, atado a sus cuatro esquinas
por un año entero. Entonces, con la fuerza que es la fuerza de todos los hijos
de Dios, rompió sus ataduras, asió al falso maestro (que había parecido ser tan
sabio) y lo ató al altar en su lugar. No le dijo nada, pero le dejó allí para
aprender.
El vigilante Maestro, desde lejos, advirtió el
momento de la liberación, y volviéndose hacia Nereo le dijo: "La tercera
gran prueba ha pasado. Tú le enseñaste cómo encontrar la salida y a su debido
tiempo él supo encontrarla. Que siga adelante en el sendero y aprenda el
secreto del éxito".
* * *
Aleccionado, y sin embargo con un alivio lleno
de interrogantes, Hércules, continuó con su búsqueda y recorrió mucho camino.
El año que pasó inclinado en el altar le había enseñado mucho. Retornó con
mayor sabiduría a su senda.
Repentinamente, detuvo sus pasos. Un grito de
profundo dolor hirió sus oídos. Algunos buitres dando vueltas sobre una roca
distante llamaron su atención; entonces, nuevamente se oyó el grito. ¿Debía él
proseguir su camino, o debía buscar a aquél que parecía estar en necesidad y
así retrasar sus pasos? Reflexionó sobre el problema de la demora; un año se
había perdido y sintió la necesidad de apresurarse. Otra vez se oyó un grito
rasgar los aires y Hércules, con pasos rápidos, se apresuró a ir en ayuda de su
hermano. Encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles agonías
de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matándolo así poco
a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo, persiguiendo a
los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre enfermo hasta que
se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha pérdida de tiempo,
nuevamente comenzó a ponerse en camino.
El Maestro, mirando desde lejos, habló a su
aspirante a discípulo estas claras palabras, las primeras palabras que le
decían desde que emprendió la búsqueda: "La cuarta etapa en el camino
hacia el árbol sagrado ha pasado. No ha habido retraso. La regla en el sendero
elegido que apresura todos los éxitos es, 'Aprende a vivir' ".
Aquel que preside en la Cámara del Concilio del
Señor, observó: "Él ha cumplido bien. Que continúe con las pruebas".
*
* *
En todos los caminos continuó la búsqueda, en el
norte y en el sur, en el este y en el oeste: Buscó el árbol sagrado, pero no lo
encontró. Llegó un día en que, cansado de viajar y con temor; oyó el rumor de
un peregrino que pasaba por el camino, "cerca de una montaña distante, el
árbol sería encontrado". La primera verdadera afirmación que se le daba
hasta ahora. Por lo tanto, volvió sus pies hacia las altas montañas del este y
en brillante y soleado día, vio el objeto de su búsqueda y apresuró entonces
sus pasos. "Ahora tocaré el árbol sagrado", gritó en su alegría,
"venceré al dragón que le custodia; veré las hermosas doncellas de grande
fama, y cogeré las manzanas".
Pero, nuevamente, fue retenido por sentimiento
de profunda pena. Atlas le hacía frente, tambaleante bajo la carga de los
mundos sobre su espalda. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento; sus
miembros curvados por el dolor; sus ojos cerrados por la agonía; él no pedía ayuda;
no vio a Hércules sino que permaneció encorvado por el dolor, por el peso de
los mundos. Hércules, temblando, observó y estimó la medida de la carga y el
dolor. Olvidó su búsqueda. El árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su
mente; solo buscó ayuda al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia
adelante y ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano
levantándola sobre su propia espalda, echándose a los hombros la carga de los
mundos. Cerró sus ojos, asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí! la carga rodó, y
él se halló libre, y también Atlas.
Delante de él estaba parado el gigante y en su
mano sostenía las manzanas de oro, ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La
búsqueda había terminado.
Las tres hermanas sostenían aún más manzanas de
oro, y lo instaban también a recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa
doncella que es la gloria del sol poniente, le dijo, poniendo una manzana en su
mano, "El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio.
Actos de amor son hitos en el Camino". Luego Erytheia, que cuida la puerta
que todos debemos pasar ante el Grande que Preside, le dio una manzana, y en su
costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. "Recuerda
esto", dijo, "no lo olvides”.
Y finalmente llegó Hesperis, la maravilla de la
estrella vespertina, y le dijo con claridad y amor, "Sal y sirve, y anda
por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por
siempre jamás".
"Entonces yo restituí estas
manzanas para aquellos que siguen la misma ruta”, dijo Hércules, y regresó de
donde vino.
* * *
Entonces se paró ante el Maestro y rindió debida
cuenta de todo lo que había acontecido. El Maestro le expresó su regocijo y
luego, señalando con el dedo, indicó el cuarto Portal y le dijo: "Pasa a
través de ese Portal. Captura la gama y entra una vez más en el Lugar
Sagrado". El tibetano
Llegamos ahora al tercer trabajo, en el signo de Géminis, concerniente al trabajo activo del aspirante en el plano físico, a medida que llega a una comprensión de sí mismo. Antes que este trabajo activo sea posible, debe haber un ciclo de pensamiento interior y anhelo místico; el esfuerzo tras la visión y un proceso subjetivo continuado, tal vez por muy largo tiempo, antes de que el hombre en el plano físico realmente empiece el trabajo de unificar alma y cuerpo. Este es el tema de este trabajo. Es en este plano físico de la realización, y en el trabajo de ganar las manzanas de oro de la sabiduría, que la verdadera prueba de la sinceridad del aspirante tiene lugar. Un anhelo de ser bueno, un profundo deseo de indagar los hechos de la vida espiritual, esfuerzos tendientes a la autodisciplina, a la oración y la meditación, preceden casi inevitablemente, a este verdadero y constante esfuerzo.
El visionario debe volverse un hombre de acción: el deseo tiene que ser llevado al mundo de la consumación, y aquí yace la prueba de Géminis. El plano físico es el lugar donde se gana la experiencia y donde la causas, iniciadas en el mundo del esfuerzo mental, deben manifestarse y lograr objetividad. Es también el lugar donde se desarrolla el mecanismo de contacto, donde, poco a poco, los cinco sentidos descubren al ser humano, nuevos campos de conocimiento y le presentan nuevas esferas para la conquista y la realización. Es el lugar, por consiguiente, donde se logra el conocimiento, y donde ese conocimiento debe ser trasmutado en sabiduría. El conocimiento, nosotros sabemos, es la búsqueda del significado, mientras que la sabiduría es la omnisciencia del conocimiento sintético del alma. Sin la comprensión en la aplicación del conocimiento, nosotros sucumbimos; pues la comprensión es la aplicación del conocimiento a la luz de la sabiduría, a los problemas de la vida y al logro de la meta. En este trabajo, Hércules es enfrentado a la tremenda tarea de juntar los dos polos de su ser y de coordinar, o compensar, alma y cuerpo, para que la dualidad dé lugar a la unidad y se fundan los pares de opuestos.
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